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Cuando la columna se tuerce con los años: entendiendo la escoliosis en la tercera edad

La escoliosis no es solo un asunto de adolescentes. Aunque solemos asociarla con los años de crecimiento, también puede aparecer, o empeorar, en la vejez. En la tercera edad, esta condición toma una forma distinta y plantea desafíos muy concretos que a menudo se pasan por alto. Conocerla bien es la clave para detectarla a tiempo, aliviar molestias y, sobre todo, mejorar la calidad de vida de quien la padece.

Las historias que la espalda empieza a contar

Con los años, el cuerpo empieza a hablar, y la columna es una de las grandes narradoras de esa historia. Entre sus muchas formas de hacerlo está la escoliosis degenerativa, una condición que no nace en la infancia ni la juventud, sino que se va gestando a medida que envejecemos.

Este tipo de escoliosis está muy ligada al desgaste natural de la columna vertebral. Los discos intervertebrales, con el paso del tiempo, pierden su capacidad para amortiguar y sostener bien las vértebras. Esa falta de equilibrio puede terminar generando una curva anormal que antes no existía.

La probabilidad aumenta notablemente a partir de los 60 años, y muchas personas la desarrollan sin siquiera darse cuenta. No siempre duele al principio, y por eso puede pasar desapercibida hasta que los síntomas ya son más evidentes.

Señales que el cuerpo manda (y que a veces ignoramos)

Uno de los grandes problemas de la escoliosis en adultos mayores es que sus síntomas pueden confundirse con otros achaques típicos de la edad. Pero el cuerpo suele avisar, aunque no siempre le prestemos atención.

Si hay dolor lumbar crónico, rigidez en un solo lado, o una fatiga extraña al caminar, es posible que la escoliosis esté detrás de todo eso. También pueden aparecer desequilibrios sutiles: un hombro más bajo que el otro, una cadera que se ve desplazada, o incluso una pérdida de estatura progresiva.

Y ojo: aunque a veces la curva en la espalda no se note mucho, sus consecuencias van más allá de lo estético. Con el tiempo, puede interferir con el equilibrio, la respiración y hasta con la forma de caminar

¿Por qué ocurre esto en la vejez?

La aparición de escoliosis en la tercera edad suele ser el resultado de una combinación de factores. No se trata de un único desencadenante, sino de un proceso complejo que va afectando poco a poco la columna.

Por un lado, el desgaste de los discos (lo que se llama degeneración discal) debilita la estructura. Si a eso le sumamos problemas como la osteoporosis, fracturas vertebrales o artrosis, el riesgo de que la columna se desvíe aumenta mucho.

Además, el sedentarismo juega un papel importante. No moverse, o hacerlo de forma inadecuada, acelera el deterioro de los músculos que deberían estar protegiendo y sosteniendo la espalda.

Más que un dolor: cómo impacta en lo cotidiano

El mayor problema no es solo el dolor. Lo realmente duro es lo que viene después: la pérdida de autonomía, el miedo a caerse, la inseguridad al moverse. Actividades tan cotidianas como vestirse, caminar por la calle o dormir bien pueden volverse tareas complicadas.

El impacto emocional también es grande. Muchas personas mayores con escoliosis experimentan aislamiento, frustración y hasta depresión, especialmente si sienten que su cuerpo ya no les responde como antes. Por eso, hablar de esto no es un simple asunto médico, sino también social y humano.

No todo es quirófano: tratamientos que sí ayudan

La buena noticia es que sí, se puede tratar. Y no, no siempre hace falta recurrir a una cirugía (de hecho, en personas mayores, esa es casi la última opción). Todo depende del grado de curvatura, de los síntomas y del estado general de salud.

La fisioterapia especializada es uno de los pilares del tratamiento. Ayuda a fortalecer la musculatura de la espalda y a corregir la postura. También se recomiendan ejercicios suaves, como pilates adaptado o estiramientos controlados, que ayudan sin forzar demasiado el cuerpo.

En algunos casos, el uso de corsés ortopédicos puede ser útil, sobre todo si hay dolor o inestabilidad. Y, por supuesto, se pueden utilizar medicamentos como antiinflamatorios o relajantes musculares para aliviar los síntomas.

La cirugía solo se contempla si la curvatura es muy severa o si hay afectación neurológica. En esos casos, la decisión se toma con extrema cautela y tras una evaluación muy completa.

Diagnóstico: el primer paso para frenar el avance

Todo empieza con una buena evaluación médica. La radiografía es fundamental, pero no basta con eso. Es necesario revisar también la densidad ósea, la fuerza muscular, el rango de movimiento y, si hay sospecha, hacer pruebas neurológicas.

Cuanto antes se detecte la escoliosis, mejor será el pronóstico. Frenar el avance de la curva a tiempo puede evitar muchos problemas futuros. Por eso, ante cualquier duda, lo mejor es consultar.

Moverse, sí… pero con cabeza

Hay un mito muy extendido: que con escoliosis es mejor no moverse. Nada más lejos de la realidad. Lo que realmente funciona es el ejercicio adaptado, regular y controlado. Lejos de ser perjudicial, moverse es uno de los mejores remedios.

Caminar, nadar, hacer yoga suave o incluso algunos ejercicios con pelota terapéutica pueden marcar una gran diferencia. Lo importante es mantener una rutina constante, aunque sea breve. Mejor 15 minutos diarios que una hora un solo día a la semana.

Eso sí, siempre con la supervisión de un profesional. Cada caso es único y lo que funciona para uno puede no ser adecuado para otro.

Comer bien, moverse mejor

La alimentación no cura la escoliosis, pero sí puede ayudar mucho en el manejo de sus efectos. Mantener los huesos fuertes y los músculos activos depende, en parte, de lo que comemos.

El calcio y la vitamina D son básicos para la salud ósea, mientras que las proteínas ayudan a conservar la masa muscular. También conviene incorporar alimentos con propiedades antiinflamatorias, como el jengibre o la cúrcuma.

Evitar el sobrepeso es otra gran ayuda, ya que reduce la presión sobre la columna y mejora la movilidad. En definitiva: moverse bien y comer mejor van de la mano.

Historias reales, lecciones valiosas

Carmen, 72 años. Empezó con dolores leves en la zona lumbar, pero poco a poco notó que algo no iba bien. Tras una revisión, le diagnosticaron escoliosis degenerativa. Al principio, pensó que todo cambiaría para peor. Pero con una rutina de ejercicios, un corsé hecho a medida y sesiones semanales de fisioterapia, su vida dio un giro.

“Volví a sentirme fuerte. No como antes, pero lo suficiente para vivir con libertad”, dice con una sonrisa.

Como ella, muchas personas logran adaptarse. Y eso nos deja una gran enseñanza: no se trata de revertir el tiempo, sino de vivir con el cuerpo que tenemos hoy, cuidándolo, escuchándolo y adaptándonos a él con respeto y cariño.